miércoles, 2 de febrero de 2011

VICIOS


(…La ficción, a veces, supera a la realidad.)

Cuando el asesor estrella le dijo, “tengo un negocio redondo…”, supuso que no debería dejar pasar la oportunidad de escucharlo. Aun así, con cara de “no me vas a convencer”, dejó escapar un hummm... sostenido.
Siguiéndole el juego, el asesor hizo correr un par de segundos y replicó: “tengo un negocio redondo, de verdad”.
El diputado sabía muy bien que era cierto, era de mente brillante ese desgraciado (aunque más brillante era él mismo, por haber decidido agregarlo a su séquito de alcahuetes). De todos modos, y para darle más teatralidad (no iba a dejar que el tipito comenzara a darse humos), arrebujándose en el sillón, mirando hacia la ventana, dijo con voz apenas audible: “a ver; contame”.
Confiando en el registro de la propiedad intelectual, donde ya había iniciado el trámite, y también con un tono de confidencialidad en su voz, el asesor le susurró al oído: “Fumadores. Tabacaleras. Futuros votos”. Y sin esperar respuesta (porque hoy por ti, mañana, por mí), tiró su idea: “tengo un borrador de proyecto, sobre prohibir fumar en lugares públicos”. Se quedó ahí, en el punto, esperando percibir una nota de atención en el dinosaurio sentado frente a él. Al ver que el dinosaurio ponía cara de pasarse demasiado tiempo en exhibición en el museo, vomitó el resto: “Diremos que se debe cuidar el medio ambiente, que los derechos de unos comienzan donde terminan los de los demás, que la salud es lo primero, que si querés tener cáncer es cosa tuya pero no perjudiques a otros, que la densidad de la capa de ozono compete a todos, que el efecto invernadero es nocivo y debe frenarse. Lo que no diremos, es que si alguien opta por el vicio, será punible de pagar aumentos desmedidos en el precio de los cigarrillos. Importes éstos, que irían desgranándose progresiva y paulatinamente, entre las tabacaleras y las arcas públicas. Es decir, en nuestros bolsillos” (dijo esto último haciendo el gesto partidario), para agregar enseguida: “pero lo mejor de todo, lo más importante, será prohibir la publicidad de los fasos en todos los medios de difusión, amparados en que el tabaquismo trae cáncer, incluso aún si se es fumador pasivo. De ese modo les ahorraremos, perdón, también compartiremos parte de ese dinero, porque acabará sumándose al porcentaje que nos tocaría por evitarle a las tabacaleras las suculentas indemnizaciones que deben pagar en la actualidad, por las demandas que son ganadas por esos inocentes ciudadanos que arruinaron su salud subyugados por la propaganda”.
El dinosaurio era un fósil, pero no estúpido, captó al vuelo la idea, pero hizo que el destello de sus ojos pareciera a que le estaba picando un hueso, “y estamos a punto de ingresar en un año electoral; hay que diagramar las plataformas de campaña”, saboreó. Y como para tener supremacía sobre su perejil (que seguía con el rostro enrojecido por haber lanzado la idea de un tirón, sin las pausas necesarias para tomar aire), y demostrarle que se había quedado corto en la estrategia, agregó, moviendo la cabeza hacia un lado y otro: “lo más importante es que eso nos permitiría desviar la atención sobre las industrias de nuestros socios, que están, estamos, contra la espada y la pared, a punto de sucumbir ante las pesquisas de Control Ambiental”. Entrecerrando los ojos, se arrebujó aún más en su sillón de cuero legítimo, abrió la caja, sacó un habano, lo despuntó, y esperó a que su asesor se lo encendiera. Reía para sus adentros, porque sabía que el tipejo  no fumaba. “El que quiera hacer carrera dentro de la política, que le cueste”, pensó sofocando la carcajada.
– ¿Dónde queda el campito que querías comprarte? Andá haciendo planes nomás; te lo vas ganando, –le dijo sonriente, haciéndole un guiño, a la par que pensaba a qué funcionario de medio ambiente convencer haciéndolo parte de la estrategia, y a cuántos senadores convendría asociar, tentándolos con la idea.

D.O.V.