lunes, 17 de enero de 2011

NATURALMENTE HUMANO



“…vuelvo a mirar el muro piedra a piedra
y llego a la vislumbre decisiva…”
Mario Benedetti

Después de varios días de animarme a mí mismo, repitiéndome en voz baja que la constancia y el esfuerzo predicen el logro, hoy terminé de construir un muro. Salí de mi trance luego de pegar el último ladrillo y darme cuenta de que mi patio había cambiado. Me bajé del andamio para observar todo en su conjunto: El muro se erguía dominante. Me dije que cada rectángulo bien podría compararse con letras o números, cifras o palabras entremezclados con argamasa. Se veía bien, a pesar de haberlo construido yo solo. Después de todo soy un hombre; ¿y no es el hombre, acaso, el que acostumbra a construirse muros? (Ahora que lo pienso un poco más, si hubiesen sido letras o números, podría compararlo con un libro; pero esa idea me disgustó, porque ya existen demasiados muros hechos con libros y palabras, con demasiada gente que ha colaborado en erigirlos, y, prestamente dispuesta, a restaurar las eventuales grietas que se producen en ellos). Pero éste, que construí de la manera tradicional y sin ayuda, supuse que sería inofensivo, porque simplemente, es de ladrillos. Su altura es relativa, y siempre dependerá de la perspectiva de quien lo observe para poder determinarla. Pero, maldita sea, sé que acabará cumpliendo con la finalidad de todo muro: ocultarnos de nuestras respectivas miradas, trazando un límite que separe el afuera y el dentro, y para que yo no pueda ver cómo caminas por la calle, sólo imaginarlo. Del trance de albañil salí por un sabor raro que me corrió en la boca, un dejo de amargura que me puso triste. No pude evitar mirar hacia arriba, y estaba el cielo, y abajo estaba el piso, y frente a mí, una barrera de ladrillos que no me dejaba ver más allá de mi propio patio. Las nuestras pasaron a ser dos realidades divididas, marginadas, de pasos y respiración apenas perceptibles. Dos realidades sin rostro mirando hacia lo alto, buscando parecidos en las siluetas de las nubes, soñando con la libertad del pájaro en su vuelo. Supe que sería inevitable, que llegaría el momento en que comenzaríamos a restarle importancia al suelo que compartimos y al muro levantado entre nosotros. Me miré las manos, y sólo pude decirme que no escapo a las costumbres humanas. Hoy levanté un muro. Uno más entre los tantos que se yerguen, y día a día siguen construyéndose en el mundo.


Daniel Osvaldo Vangioni
(Diciembre de 2010)

No hay comentarios:

Publicar un comentario